¿POR QUÉ COMERCIAR CON OTROS PAÍSES?
Si la papa, el arroz, la carne, la leche y los demás productos, tienen menor costo en el extranjero ¿por qué no comprarlo? ¿Es acaso negativo adquirir productos en el exterior o es beneficioso? ¿Qué sucede con la industria nacional y con los consumidores? ¿El comercio libre afecta positiva o negativamente a la economía? Exactamente las mismas preguntas deben hacerse los extranjeros frente a productos nacionales más baratos que los de ellos. Como es lógico entre dos países o regiones distintas existen diferencias de productividad en cada uno de los diversos productos, lo que se conoce en la literatura como ventajas comparativas.
El libre comercio entre dos países es mutuamente beneficioso y tiene como única precondición económica que entre ambos la estructura de precios relativos sea diferente. Es decir, lo que en el mercantilismo era un argumento a favor para la protección de un sector, como es la mayor productividad de un productor extranjero, en las teorías que promueven el libre comercio como medio de desarrollo es la razón misma del comercio. Pues, mientras exista dicha diferencia de productividad comparada entre bienes, aparecen las oportunidades de intercambiar con beneficio mutuo, porque el comercio libre e intenso es la única manera de beneficiar a las partes: el uno dispone de ingresos para consumir o invertir, y el otro de productos que le dan satisfacción.
Sobre las teorías que explican por qué el libre comercio es beneficioso nos podemos remontar a los escolásticos tardíos, pasando por los fisiócratas, y llegando a Adam Smith, sin embargo, podemos decir que fue David Ricardo, con su teoría de las ventajas comparativa (Ley de asociación y costos comparados), quien dio el gran salto teórico, para explicar cómo dos naciones a pesar de sus asimetrías se benefician mutuamente del libre comercio entre ambas.
En las propias palabras de David Ricardo: con su teoría de las ventajas comparativa
“En un sistema de comercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente su capital y su trabajo en los empleos más beneficiosos. Esta persecución del provecho individual está admirablemente relacionada con el bienestar universal. Distribuye el trabajo en la forma más efectiva y económica posible al estimular la industria, recompensar el ingenio y al hacer más eficaz el empleo de las aptitudes peculiares con que lo ha dotado la naturaleza; al incrementar la masa general de la producción, difunde el beneficio por todas las naciones uniéndolas con un mismo lazo de interés e intercambio común. Es este principio el que determina que el vino se produzca en Francia y Portugal, que los cereales se cultiven en América y en Polonia, y que Inglaterra produzca artículos de ferretería y otros”.
Los datos nos muestran que existe una relación innegable entre libre comercio y crecimiento económico, los países más abiertos al mundo son los que tienen mejores niveles de vida y mayor crecimiento económico. Los países más desarrollados y de mayor desarrollo humano son abiertos y además venden fuertes proporciones de manufacturas (productos de más valor), mientras los más pobres tienen una economía donde han aprovechado menos las ventas de la especialización y el intercambio. Por ejemplo el 50% de los 30 países más avanzados del mundo, son pequeños, muy abiertos y tienen una alta proporción de manufacturas en sus exportaciones. Mientras el 64% de los países más pobres, son pequeños pocos abiertos y con poca manufactura.
Y los países pequeños que han avanzado en los últimos 20 o 30 años (Nueva Zelandia, Irlanda, Taiwán, entre otros) han mostrando que la combinación de la especialización y el intercambio, con coherentes políticas estratégicas, permiten avanzar en la dirección del desarrollo.
La teoría de las ventajas comparativas brinda un robusto soporte para explicar esta relación. En síntesis, el principio de ventaja comparativa significa que los países prosperan, cuando aprovechan sus activos, focalizándose en lo que pueden producir mejor, para después intercambiarlo con los productos que otros países producen mejor (y que los países de baja productividad logran lo mismo especializándose en “lo hacen menos mal que otros”).
Ahora bien, hay que estar claros lo que dice y NO dice esta teoría (ver Rosa et al 1977):
1) La especialización y el libre comercio mejoran la riqueza de los países, incluso para un país que tiene niveles de productividad inferiores a los demás en todos los productos (esa diferencia es justamente la que justifica el comercio).
2) El país de más alta productividad es el país más rico con o sin comercio (porque la más alta productividad significa que produce más bienes y servicios en cada hora de trabajo). El comercio y la especialización permiten que ambos mejoren su situación en relación a la autarquía.
3) Las ganancias del intercambio son mayores para los países más pequeños porque aprovechan mejor las economías de escala y de intercambio.
4) Las ganancias del intercambio se pueden obtener cualquiera sea el sistema económico (de mercado o de planificación central) mientras se aplique el principio de las ventajas comparativas.
5) El mercado puede no adaptarse instantáneamente a la aplicación de las ventajas comparativas, porque existen imperfecciones en la competencia, o rezagos en la adaptación de la producción y la demanda a condiciones de entorno siempre cambiantes, o decisiones de ajuste de largo plazo no se realizan de la manera más fluida.
6) La teoría no nos dice que los salarios y los niveles de desarrollo de los países se igualan (esto solo sucede en el caso extremo en que las funciones de producción, las estructuras de demanda y las disponibilidades de factores son idénticas).
7) No nos dice nada respecto a la dinámica del proceso, no pretende dar las pautas del desarrollo, solo nos dice que en cada momento lo mejor es aprovechar las ventajas del comercio y la especialización. En el gráfico adjunto, el comercio permite el salto de A a B, pero no sabemos si la economía seguirá la ruta hacia D, C o F porque eso depende de una enorme cantidad de factores económicos, políticos y sociales del desarrollo de cada sociedad. Naturalmente una sociedad puede especializarse adecuadamente al pasar de A a B, y luego quedarse atrapada en esa especialización que con el paso del tiempo va perdiendo valor y en consecuencia va a seguir una trayectoria descendente, pero el problema ahí no es que falla el concepto de especialización e intercambio, sino que el país no ha sabido adaptarse dinámicamente. Un país no tienen por qué mantener un mismo tipo de especialización siempre (ejemplo similar en la vida: una persona vive muy bien como especialista en mantenimiento de carruajes, y a medida que estos van desapareciendo no se adapta al nuevo entorno, su nivel de vida caerá. Hizo inicialmente lo correcto: especializarse bien. Luego lo incorrecto: no adaptarse al progreso técnico).
Si la papa, el arroz, la carne, la leche y los demás productos, tienen menor costo en el extranjero ¿por qué no comprarlo? ¿Es acaso negativo adquirir productos en el exterior o es beneficioso? ¿Qué sucede con la industria nacional y con los consumidores? ¿El comercio libre afecta positiva o negativamente a la economía? Exactamente las mismas preguntas deben hacerse los extranjeros frente a productos nacionales más baratos que los de ellos. Como es lógico entre dos países o regiones distintas existen diferencias de productividad en cada uno de los diversos productos, lo que se conoce en la literatura como ventajas comparativas.
El libre comercio entre dos países es mutuamente beneficioso y tiene como única precondición económica que entre ambos la estructura de precios relativos sea diferente. Es decir, lo que en el mercantilismo era un argumento a favor para la protección de un sector, como es la mayor productividad de un productor extranjero, en las teorías que promueven el libre comercio como medio de desarrollo es la razón misma del comercio. Pues, mientras exista dicha diferencia de productividad comparada entre bienes, aparecen las oportunidades de intercambiar con beneficio mutuo, porque el comercio libre e intenso es la única manera de beneficiar a las partes: el uno dispone de ingresos para consumir o invertir, y el otro de productos que le dan satisfacción.
Sobre las teorías que explican por qué el libre comercio es beneficioso nos podemos remontar a los escolásticos tardíos, pasando por los fisiócratas, y llegando a Adam Smith, sin embargo, podemos decir que fue David Ricardo, con su teoría de las ventajas comparativa (Ley de asociación y costos comparados), quien dio el gran salto teórico, para explicar cómo dos naciones a pesar de sus asimetrías se benefician mutuamente del libre comercio entre ambas.
En las propias palabras de David Ricardo: con su teoría de las ventajas comparativa
“En un sistema de comercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente su capital y su trabajo en los empleos más beneficiosos. Esta persecución del provecho individual está admirablemente relacionada con el bienestar universal. Distribuye el trabajo en la forma más efectiva y económica posible al estimular la industria, recompensar el ingenio y al hacer más eficaz el empleo de las aptitudes peculiares con que lo ha dotado la naturaleza; al incrementar la masa general de la producción, difunde el beneficio por todas las naciones uniéndolas con un mismo lazo de interés e intercambio común. Es este principio el que determina que el vino se produzca en Francia y Portugal, que los cereales se cultiven en América y en Polonia, y que Inglaterra produzca artículos de ferretería y otros”.
Los datos nos muestran que existe una relación innegable entre libre comercio y crecimiento económico, los países más abiertos al mundo son los que tienen mejores niveles de vida y mayor crecimiento económico. Los países más desarrollados y de mayor desarrollo humano son abiertos y además venden fuertes proporciones de manufacturas (productos de más valor), mientras los más pobres tienen una economía donde han aprovechado menos las ventas de la especialización y el intercambio. Por ejemplo el 50% de los 30 países más avanzados del mundo, son pequeños, muy abiertos y tienen una alta proporción de manufacturas en sus exportaciones. Mientras el 64% de los países más pobres, son pequeños pocos abiertos y con poca manufactura.
Y los países pequeños que han avanzado en los últimos 20 o 30 años (Nueva Zelandia, Irlanda, Taiwán, entre otros) han mostrando que la combinación de la especialización y el intercambio, con coherentes políticas estratégicas, permiten avanzar en la dirección del desarrollo.
La teoría de las ventajas comparativas brinda un robusto soporte para explicar esta relación. En síntesis, el principio de ventaja comparativa significa que los países prosperan, cuando aprovechan sus activos, focalizándose en lo que pueden producir mejor, para después intercambiarlo con los productos que otros países producen mejor (y que los países de baja productividad logran lo mismo especializándose en “lo hacen menos mal que otros”).
Ahora bien, hay que estar claros lo que dice y NO dice esta teoría (ver Rosa et al 1977):
1) La especialización y el libre comercio mejoran la riqueza de los países, incluso para un país que tiene niveles de productividad inferiores a los demás en todos los productos (esa diferencia es justamente la que justifica el comercio).
2) El país de más alta productividad es el país más rico con o sin comercio (porque la más alta productividad significa que produce más bienes y servicios en cada hora de trabajo). El comercio y la especialización permiten que ambos mejoren su situación en relación a la autarquía.
3) Las ganancias del intercambio son mayores para los países más pequeños porque aprovechan mejor las economías de escala y de intercambio.
4) Las ganancias del intercambio se pueden obtener cualquiera sea el sistema económico (de mercado o de planificación central) mientras se aplique el principio de las ventajas comparativas.
5) El mercado puede no adaptarse instantáneamente a la aplicación de las ventajas comparativas, porque existen imperfecciones en la competencia, o rezagos en la adaptación de la producción y la demanda a condiciones de entorno siempre cambiantes, o decisiones de ajuste de largo plazo no se realizan de la manera más fluida.
6) La teoría no nos dice que los salarios y los niveles de desarrollo de los países se igualan (esto solo sucede en el caso extremo en que las funciones de producción, las estructuras de demanda y las disponibilidades de factores son idénticas).
7) No nos dice nada respecto a la dinámica del proceso, no pretende dar las pautas del desarrollo, solo nos dice que en cada momento lo mejor es aprovechar las ventajas del comercio y la especialización. En el gráfico adjunto, el comercio permite el salto de A a B, pero no sabemos si la economía seguirá la ruta hacia D, C o F porque eso depende de una enorme cantidad de factores económicos, políticos y sociales del desarrollo de cada sociedad. Naturalmente una sociedad puede especializarse adecuadamente al pasar de A a B, y luego quedarse atrapada en esa especialización que con el paso del tiempo va perdiendo valor y en consecuencia va a seguir una trayectoria descendente, pero el problema ahí no es que falla el concepto de especialización e intercambio, sino que el país no ha sabido adaptarse dinámicamente. Un país no tienen por qué mantener un mismo tipo de especialización siempre (ejemplo similar en la vida: una persona vive muy bien como especialista en mantenimiento de carruajes, y a medida que estos van desapareciendo no se adapta al nuevo entorno, su nivel de vida caerá. Hizo inicialmente lo correcto: especializarse bien. Luego lo incorrecto: no adaptarse al progreso técnico).
Ventajas Comparativas.
Nombre que se le da a la teoría, formulada por primera vez por David Ricardo a comienzos del siglo XIX, que explica los beneficios que obtienen todos quienes participan en el comercio internacional. También se la denomina teoría del coste comparativo. La misma afirma que, en unas condiciones técnicas dadas, el producto total que se obtiene de la especialización y el cambio, en lugar de la autarquía y el aislamiento económico, se maximizará si cada país o región se especializa en la producción de aquellos bienes o servicios en los que su coste comparativo sea relativamente menor. Aunque Ricardo formuló tal principio sólo para el comercio internacional destacó también que el mismo es claramente aplicable a todas las formas de especialización o división del trabajo e intercambio, ya sea entre personas, empresas o naciones.
Pueden presentarse tres casos cuando comparamos los costos de producción entre dos naciones, A y B que producen las mismas mercancías, x e y. Si cada país posee una dotación de recursos diferentes, y esto no puede ser de otro modo si tomamos en cuenta todos los aspectos particulares que la definen, sus costos de producción serán también distintos. En un primer caso puede ocurrir que, con unos recursos iguales para cada país, se produjese la siguiente cantidad de bienes:
País A: 100x, ó 50y.
País B: 50x, ó 100y.
Si no existiese la especialización que procede del comercio internacional y se repartiesen los recursos entre ambos bienes, A produciría entonces 75 unidades, en conjunto, de los bienes x e y, y del mismo modo lo haría B, dando un total de 150; con comercio internacional, en cambio, A producirá 100 unidades del bien x y B producirá 100 unidades del bien y, con lo cual se mejorará el resultado con respecto a una situación de autarquía. Este es el caso de las denominadas ventajas absolutas, típico cuando se comparan países con dotaciones de recursos muy diferentes (como por ejemplo aquéllos de clima tropical con respecto a los de clima templado).
Ahora supongamos que, como producto del diferente adelanto tecnológico, las cifras de producción son en cambio las que siguen:
País A: 100x u 80y
País B: 50x ó 60y
En este caso el país A posee ventajas absolutas tanto en la producción de x como de y, pero su ventaja es comparativamente mayor en cuanto a la producción de x, y a la inversa sucede para B, quien se halla en desventaja absoluta pero relativamente menor para el caso de y. La especialización que promueve el libre comercio internacional llevaría entonces a que el país A produjese 100 unidades del bien x en tanto que B produciría 60 unidades de y, por lo que el resultado total (100+60) sería también superior al de una situación de autarquía (75+70) en la que se dividiesen los recursos entre la producción de ambos bienes.
Por último, supongamos que, con la misma dotación de recursos, ambos países estuvieran en condiciones de producir las siguientes cantidades:
País A: 100x u 80y
País B: 50x ó 40y
En este ejemplo el primer país (A) posee una ventaja absoluta en cuanto a cada uno de los bienes considerados y no existe una ventaja comparativa para ninguno de los dos bienes, por cuanto la relación proporcional es la misma tanto para el bien x como para el bien y. En esta situación particular, por lo tanto, la especialización no arroja ninguna ventaja concreta, pues sin ella se producirían 75x y 60y, en tanto que con la misma se obtendrían 100x y 40y, y, dado que los 25x en que se aumenta la producción son exactamente compensados por la disminución de los 20y, de acuerdo a las relaciones que existen en cada país, la ventaja obtenida es nula.
El análisis de estos ejemplos nos permite exponer la doctrina en los términos siguientes: la especialización a la que lleva el comercio libre internacional hará que cada país se especialice en la producción de aquellos bienes en que, relativamente, posee ventajas comparativas, produciendo beneficios netos para todos. Tal principio se manifestará salvo en el caso extremo en que los costes relativos sean exactamente iguales, o sea que no existan ventajas comparativas. Pero este último caso, en la vida real, es sumamente infrecuente, por no decir imposible: en primer lugar porque el comercio mismo puede hacer variar la escala de la producción, haciendo variar también los costos de cada país en la medida en que se especializa; en segundo lugar porque raramente los bienes producidos en cada país pueden considerarse totalmente idénticos; en tercer lugar porque, si tomamos en cuenta un amplio conjunto de países y de bienes -como el que existe en la realidad, y no en la extremada simplificación de nuestro ejemplo- aparecerán una multitud de ventajas comparativas que proporcionarán oportunidades para todos los países que participan en el comercio internacional. [comparative advantage]. (V. COMERCIO INTERNACIONAL; COSTO; INTERCAMBIO).
Nombre que se le da a la teoría, formulada por primera vez por David Ricardo a comienzos del siglo XIX, que explica los beneficios que obtienen todos quienes participan en el comercio internacional. También se la denomina teoría del coste comparativo. La misma afirma que, en unas condiciones técnicas dadas, el producto total que se obtiene de la especialización y el cambio, en lugar de la autarquía y el aislamiento económico, se maximizará si cada país o región se especializa en la producción de aquellos bienes o servicios en los que su coste comparativo sea relativamente menor. Aunque Ricardo formuló tal principio sólo para el comercio internacional destacó también que el mismo es claramente aplicable a todas las formas de especialización o división del trabajo e intercambio, ya sea entre personas, empresas o naciones.
Pueden presentarse tres casos cuando comparamos los costos de producción entre dos naciones, A y B que producen las mismas mercancías, x e y. Si cada país posee una dotación de recursos diferentes, y esto no puede ser de otro modo si tomamos en cuenta todos los aspectos particulares que la definen, sus costos de producción serán también distintos. En un primer caso puede ocurrir que, con unos recursos iguales para cada país, se produjese la siguiente cantidad de bienes:
País A: 100x, ó 50y.
País B: 50x, ó 100y.
Si no existiese la especialización que procede del comercio internacional y se repartiesen los recursos entre ambos bienes, A produciría entonces 75 unidades, en conjunto, de los bienes x e y, y del mismo modo lo haría B, dando un total de 150; con comercio internacional, en cambio, A producirá 100 unidades del bien x y B producirá 100 unidades del bien y, con lo cual se mejorará el resultado con respecto a una situación de autarquía. Este es el caso de las denominadas ventajas absolutas, típico cuando se comparan países con dotaciones de recursos muy diferentes (como por ejemplo aquéllos de clima tropical con respecto a los de clima templado).
Ahora supongamos que, como producto del diferente adelanto tecnológico, las cifras de producción son en cambio las que siguen:
País A: 100x u 80y
País B: 50x ó 60y
En este caso el país A posee ventajas absolutas tanto en la producción de x como de y, pero su ventaja es comparativamente mayor en cuanto a la producción de x, y a la inversa sucede para B, quien se halla en desventaja absoluta pero relativamente menor para el caso de y. La especialización que promueve el libre comercio internacional llevaría entonces a que el país A produjese 100 unidades del bien x en tanto que B produciría 60 unidades de y, por lo que el resultado total (100+60) sería también superior al de una situación de autarquía (75+70) en la que se dividiesen los recursos entre la producción de ambos bienes.
Por último, supongamos que, con la misma dotación de recursos, ambos países estuvieran en condiciones de producir las siguientes cantidades:
País A: 100x u 80y
País B: 50x ó 40y
En este ejemplo el primer país (A) posee una ventaja absoluta en cuanto a cada uno de los bienes considerados y no existe una ventaja comparativa para ninguno de los dos bienes, por cuanto la relación proporcional es la misma tanto para el bien x como para el bien y. En esta situación particular, por lo tanto, la especialización no arroja ninguna ventaja concreta, pues sin ella se producirían 75x y 60y, en tanto que con la misma se obtendrían 100x y 40y, y, dado que los 25x en que se aumenta la producción son exactamente compensados por la disminución de los 20y, de acuerdo a las relaciones que existen en cada país, la ventaja obtenida es nula.
El análisis de estos ejemplos nos permite exponer la doctrina en los términos siguientes: la especialización a la que lleva el comercio libre internacional hará que cada país se especialice en la producción de aquellos bienes en que, relativamente, posee ventajas comparativas, produciendo beneficios netos para todos. Tal principio se manifestará salvo en el caso extremo en que los costes relativos sean exactamente iguales, o sea que no existan ventajas comparativas. Pero este último caso, en la vida real, es sumamente infrecuente, por no decir imposible: en primer lugar porque el comercio mismo puede hacer variar la escala de la producción, haciendo variar también los costos de cada país en la medida en que se especializa; en segundo lugar porque raramente los bienes producidos en cada país pueden considerarse totalmente idénticos; en tercer lugar porque, si tomamos en cuenta un amplio conjunto de países y de bienes -como el que existe en la realidad, y no en la extremada simplificación de nuestro ejemplo- aparecerán una multitud de ventajas comparativas que proporcionarán oportunidades para todos los países que participan en el comercio internacional. [comparative advantage]. (V. COMERCIO INTERNACIONAL; COSTO; INTERCAMBIO).
Ventaja Competitiva suelen denominarse así a las ventajas comparativas que no provienen de la dotación específica de recursos naturales de un país o de otros factores semejantes, sino de las habilidades y la tecnología que se incorporan a los procesos productivos. El término sirve para destacar, en particular, la diferencia entre las exportaciones tradicionales de materias primas y productos poco elaborados con respecto a las exportaciones que incorporan mayor tecnología y un tipo de gerencia más eficiente. [dynamic comparative advantage]. (V. VENTAJAS COMPARATIVAS
GRACIAS POR LA AYUDA, ME FUE MUY UTIL
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